Artículo de Raquel Artiñano para www.elobservador.cr
“La ética no es una descripción de lo que las personas hacen; es una prescripción de lo que todos debemos hacer”. -Michael Josephson.
Con el paso del tiempo, y aprendiendo de los escándalos de corrupción que se han dado en los últimos años, el tema del manejo de la ética en las empresas ha repercutido sobre la confianza de la gente, de las entidades bancarias y grupos de interés.
A raíz de esto, se ha venido gestando una serie de iniciativas internacionales en pro de la transparencia, y han versado su lucha en castigar tanto a individuos como empresas, no solamente con multas, sino con la continuidad del negocio o inelegibilidad para poder contratar con diferentes entidades; es decir: “si usted no es ético no lo contrato”, “si es corrupto, no lo financio”, estos parámetros se han venido desarrollando en diferentes entidades, con mayor o menor rigurosidad, pero todo se centra en la Ética y el Cumplimiento.
Recordemos que no hace mucho tiempo atrás, para una empresa que facturara montos altos y tuviese contratos pendientes de ejecutar con el Estado, el financiamiento bancario era casi automático, indiferente a las noticias que salieran sobre ella, es decir, privaba el músculo económico que tuviese la compañía, la solidez únicamente se basaba en su Estado Financiero, o al menos, en la mayoría de las ocasiones.
El banco no preguntaba por ejemplo: “¿me puede aclarar la noticia del medio tal en la que se indica que su empresa está siendo investigada por delitos ambientales?”; a este tipo de “noticias” no se les daba la trascendencia de la actualidad, a lo sumo, se le daba alguna calificación dentro del análisis de riesgo o se contaba como publicity negativo.
Hoy, a la hora de establecer objetivos y estrategias empresariales, vemos cada vez más necesario incorporar este ingrediente de Ética, ya que ha evolucionado para dejar de ser únicamente una teoría y convertirse en una estrategia, porque el cumplimiento de valores y conductas éticas ya no es en algunos países sólo una idea, sino parte del sistema de responsabilidad penal, e implica evitar cualquier conducta que pueda erosionar la reputación de la empresa.
El inicio de un sistema empresarial de Compliance radica en el cumplimiento de la ley, pero es un escenario de punto de partida nada más, porque el comportamiento ético que es medular dentro de ese sistema, permea hacia dentro de la organización, se contagia a cada uno de los colaboradores de esta, y se centra no sólo en cumplir la ley, sino hacerlo con principios, conductas transparentes y de respeto, responsabilidad, equidad y sensatez; de la mano con los valores y objetivos de la compañía.
La incorporación entonces de la Ética en el ADN de una organización es, sin lugar a dudas, no solo un aporte de valor, sino que constituye la vitamina necesaria para enfrentar cuestionamientos que pongan en tela de duda la reputación de la empresa y, por ende, su sostenibilidad en el tiempo.
Buenas prácticas que se han vuelto cada vez más comunes como desarrollar un Código de Ética, hoy en día necesitan ir más allá. No se trata de tener principios en un papel, sino de convertir esos principios en parte de la cultura organizacional de la empresa. Para ello es necesario el respaldo de la alta gerencia y mecanismos periódicos de capacitación para que se adhiera a todos los colaboradores y a sus labores diarias.
También es muy recomendable la incorporación de un Oficial de Cumplimiento que vele por el cumplimiento no sólo del Código de ética, sino también de las leyes y normativas a las que este sujeta la empresa. Esa inversión en ser transparentes, responsables y éticos, constituye en estos tiempos un insumo diferenciador y hasta preferente en el mercado; más aún, en un mundo donde cada vez existen normativas que obligan a las empresas a tener estos controles éticos so pena de consecuencias cada vez más graves.
Curiosamente, en el caso de España, en un estudio realizado por la firma Grant Thorton en ese país, solo una de cada diez empresas cuenta con un sistema de compliance y ética y, en general, los empresarios muestran un alto grado de desconocimiento sobre los riesgos penales y asociados que pueden derivar para la empresa y sus administradores.
En el caso de Costa Rica, con la ley 9699 se promueve que las organizaciones adopten medidas para la prevención de delitos y todo tipo de prácticas corruptas por lo que ya se deberían estar preparando, conociendo sus valores, creando su propio Código de Ética, y diseñando las estrategias para permear en la cultura de sus colaboradores. Según Sandra Soler, experta en Compliance Penal: “lo ético comprende la intención de las organizaciones de actuar con transparencia, honradez y veracidad en sus relaciones empresariales. Con la ética corporativa se logran ventajas competitivas tales como atraer clientes y personal cualificado, y se pueden desterrar prácticas corruptas que perjudican el valor y economía de un país”.
Así que, si aún considera la ética empresarial como una pérdida de tiempo o como unos principios lindos para embellecer un papel, piénselo de nuevo y reformule sus esfuerzos como una inversión estratégica en la sostenibilidad de su empresa.
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